Beatriz Isola, Magíster en Doctrina Social de la Iglesia Católica (DSI) y diplomada en estudios pastorales. Especializada en el diálogo ecuménico y judeo-cristiano. Asesora pedagógica en Ikuméni. Juan De la Torre, Teólogo y Especialista en Relaciones Internacionales (Buenos Aires). En Ikuméni se desempeña como consultor católico.
Hace 60 años, el 11 de octubre de 1962, la humanidad asistió a un evento eclesial inédito: la apertura del Concilio Ecuménico Vaticano II.
Un evento global de gran alcance: por la cantidad de presentes y la diversidad de sus proveniencias y culturas (más de 3.000 el día de su apertura); por la apertura y dimensión ecuménica (como su nombre lo indica), con la participación de representantes de 24 iglesias, comuniones cristianas y asociaciones (de las Iglesias ortodoxas y antiguas Iglesias orientales, las iglesias evangélicas históricas y sus diferentes comuniones y alianzas mundiales, algunas iglesias pentecostales y el Consejo Mundial de Iglesias); y de modo fundamental por su finalidad y sus logros.
El Papa Juan XXIII, sensible a los cambios de la humanidad y la necesidad de apertura y actualización de la Iglesia católica, anunció en enero de 1959 el Concilio ecuménico Vaticano II. Tres años de preparación en todo el mundo, hasta su inicio. Tres años intensos a la escucha del Espíritu Santo, recogidos en 4 sesiones plenarias desde 1962 hasta su clausura el 8 de diciembre de 1965, con el Papa Pablo VI.
La presencia en el mundo y la relación con la humanidad
La humanidad del siglo XX, durante la década de los años 60, atravesaba un marcado proceso de globalización a través de una gran transformación social, cultural, política, económica, sin precedentes. Era el tiempo de la posguerra mundial, de los derechos humanos que se iban reconquistando, de la carrera espacial, pero también de una “paz armada” por la guerra fría que se libraba en diversas partes del mundo, con la amenaza latente de las armas de disuasión nuclear. Ciertamente, una buena parte del mundo de entonces veía al cristianismo con indiferencia, y esto obligó al Concilio a preguntarse: ¿cómo hacer atractivo el mensaje cristiano? ¿Cómo hablar de Jesús a los hombres y mujeres de hoy?
La renovación de la Iglesia Católica, impulsada por Juan XXIII que convocaba a un Concilio, requería una mayor capacidad de diálogo con esa humanidad a la que debía servir.
Y para ello, el Concilio ayudó a repensar la presencia de la Iglesia Católica en el mundo: se trataba de abandonar la postura de formular la doctrina cristiana desde una actitud defensiva que sólo condenaba los errores de la época; se buscaba, más bien, la capacidad de hacer atractivo el mensaje del cristianismo dirigido a todas las personas, para ofrecer una respuesta adecuada a las exigencias y desafíos de la historia humana, abrazando sus dramas, alegrías y tristezas, con la medicina de la misericordia.
Recientemente, Benedicto XVI afirmó que la cuestión de la Iglesia en el mundo se convirtió finalmente en el verdadero problema central del Concilio (Papa Benedicto XVI, 2022) [1].
Fue precisamente esta apertura de la Iglesia Católica, al diálogo con la humanidad, lo que posibilitó el inicio de una etapa nueva y fecunda para el camino ecuménico con las demás Iglesias Cristianas.
El retorno a las fuentes de la renovación
Teniendo presente que previamente al Concilio se estaban gestando diversos movimientos de renovación espiritual en torno a la vivencia de la liturgia, la enseñanza de los Padres de la Iglesia (autores de los primeros siglos del cristianismo), la actualización de los estudios bíblicos y un incipiente camino ecuménico. Movimientos todos que prepararon un kairós (un tiempo propicio). Podemos encontrar una valiosa clave de comprensión de lo que significó el Concilio, en lo que expresaba Francisco: “La Iglesia, por primera vez en la historia, dedicó un Concilio a interrogarse sobre sí misma, a reflexionar sobre su propia naturaleza y su propia misión. Y se redescubrió como misterio de gracia generado por el amor, se redescubrió como Pueblo de Dios, Cuerpo de Cristo, templo vivo del Espíritu Santo” (Papa Francisco, 2022b) [2].
Repensar la naturaleza de la Iglesia y su misión en el mundo, se convirtió en un acontecimiento fundante que aún hoy sigue abriendo nuevos caminos y horizontes de encuentro con todas las personas del mundo contemporáneo (Papa Benedicto XVI, 2022) [3].
El método y el estilo pastoral del Concilio
Poner el acento en el vínculo con el otro, es decir, en la relación que da la posibilidad de vivir una comunión con cada persona, para escucharla y comprenderla mejor, permitió el gran servicio de escucha y de diálogo que ofreció la Iglesia al mundo a través del Concilio Vaticano II. Especialmente en la constitución pastoral Gaudium et Spes, la cual generó un espacio y un estilo “nuevo” en el ejercicio del magisterio: un estilo que hoy sigue actualizando el Papa Francisco, basado en la escucha, la cercanía, la misericordia, el discernimiento y el diálogo. El perfil exquisitamente pastoral de Gaudium et Spes fue una original contribución para ponerse a la escucha del hombre y la mujer de la postmodernidad. Y así descubrir sus gozos y esperanzas, sus angustias y tristezas, llevando toda esa escucha al núcleo fundante del evangelio: el Kerygma, para luego poder ofrecer al mundo una palabra adecuada y nutrida de sabiduría.
La gran asamblea ecuménica, con representantes de diversas Iglesias Cristianas, que fue el Concilio, se inspiró en la necesidad de testimoniar y anunciar con palabras nuevas el acontecimiento de la muerte y resurrección de Jesús, y su presencia viva entre nosotros hoy (Papa Francisco, 2022b) [4].
La atención a los “signos de los tiempos” solicitó a la Iglesia del Concilio Vaticano II, como a la de hoy, una actitud nueva. La misma se concretizó en la experiencia del diálogo (que genera un vínculo con cada persona), tal como la propuso Pablo VI en su carta encíclica Ecclesiam Suam forjando la novedad metodológica del Concilio expresada en Gaudium et Spes: una capacidad de escucha y de apertura al mundo contemporáneo, que, por un lado, invitaba a dejarse provocar sanamente por las dificultades que el mundo tenía para comprender y acoger el anuncio cristiano y, por otro lado, pedía buscar las formas y los modos (los vínculos nuevos con las personas) para restablecer el encuentro con el hombre y la mujer de nuestro tiempo a través de una fecunda comunicación (cfr. Marengo, 2014, p. 114). [5]
Esa forma de salir al encuentro del mundo nos recuerda que “el diálogo antes que definir una acción al lado de otras, expresa la identidad de la existencia del cristiano y de la misión de la Iglesia”. (Coda, 2015, p. 260)[6]
La Universalidad y el Compromiso por la Unidad de los Cristianos – Nuevos horizontes desde el Concilio
Este Concilio ha tenido un carácter universal, desde su participación y los aportes de las iglesias locales de todo el mundo, como también ha contando con la presencia de observadores cristianos de otras denominaciones y personas de otros credos religiosos. Todos son testigos de la acción del Espíritu Santo que llama a la iglesia a la conversión y a la unidad.
¿Por qué este Concilio ha dado una especial contribución a la unidad de los cristianos?
Si realizamos una lectura transversal de los documentos conciliares, podemos identificar distintos énfasis que han evidenciado el terreno propicio para superar divergencias de siglos y favorecer el camino de unidad entre los cristianos.
Antes que nada, el singular lugar que ha tenido la comprensión de la Escritura como principal alimento de la vida cristiana, y la clara explicitación que la Palabra es la fuente de la Revelación, frente a la cual el magisterio de la Iglesia se pone al servicio (DV, 10).
Otro punto central ha sido la reflexión acerca del sacramento del Bautismo y subrayar el valor del sacerdocio común de todos los bautizados.
También la autocomprensión de la Iglesia, como Pueblo de Dios, la comunidad de todos los bautizados, y Cuerpo de Cristo.
Destacamos algunos documentos claves del Concilio que iluminan el caminar ecuménico: Lumen Gentium (Constitución Dogmática de la Iglesia), Dignitatis Humanae (Declaración sobre Libertad Religiosa) y Dei Verbum (Constitución Dogmática sobre la Revelación Divina) y Unitatis Redintegratio.
En este apartado profundizaremos dos documentos conciliares: Unitatis Redintegratio y Nostra Aetate.
Unitatis Redintegratio
La reflexión acerca del ecumenismo y el compromiso en el camino de unidad de los cristianos no era tema nuevo para la Iglesia católica. Muchos fieles ya estaban comprometidos en el camino ecuménico en distintas partes del mundo e incluso el Papa Juan XXIII había designado al cardenal Agostino Bea como delegado papal, para ir consolidando este proceso. Sin embargo, no existían hasta ese momento declaraciones oficiales que indicaran el compromiso y el deseo de unidad.
Por ello, es tan significativo el decreto conciliar Unitatis Redintegratio, porque ha sido fruto de la acción del Espíritu que acompañó todo el proceso del Concilio. Indica un verdadero giro de timón en la mirada de la iglesia católica hacia los hermanos cristianos de otras iglesias y denominaciones. La Iglesia católica, no ajena de los errores que también ha cometido, asume el dolor de la división entre los cristianos como propio, el dolor de las fracturas de largos siglos y con los cristianos de Oriente, incluso un milenio. Es significativo como lo expresa este documento ya en su inicio:
El Señor de los tiempos, que sabia y pacientemente prosigue su voluntad de gracia para con nosotros los pecadores, en nuestros días ha empezado a infundir con mayor abundancia en los cristianos separados entre sí la compunción de espíritu y el anhelo de unión. (UR, 1)
El Concilio reconoce en forma explícita la validez del camino ecuménico, como acción del Espíritu que mueve a los cristianos para llevar a su Iglesia a la plenitud y unidad (UR, 4).
Por primera vez, expresa el reconocimiento y estima por los tesoros de la fe y la acción de la gracia de Dios que está presente en otras iglesias cristianas (UR, 4).
Estas afirmaciones que hoy, 60 años después, son esperables en boca de todos los católicos y cristianos de distintas iglesias, no lo eran en ese contexto.
Este documento (1965) marca la apertura y compromiso en el camino de reconciliación entre los cristianos.
Es significativo el cambio del lenguaje que fue realizando la Iglesia Católica a medida que crecía en la comunión con las otras Iglesias Cristianas. Por ej. el término “hermanos separados” utilizado en este decreto conciliar, fue sustituido en breve. Un proceso de actualización en el Espíritu para usar un lenguaje más adecuado y respetuoso de la identidad de cada comunidad cristiana.
Se conforma así el Secretariado para la unidad de los cristianos, hoy Dicasterio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, que acompaña el camino ecuménico de la iglesia en el mundo y coordina las comisiones teológicas de diálogo bilateral (con cada iglesia cristiana) como también con el Consejo Mundial de Iglesias.
Es de destacar que durante el mismo Concilio se han sucedido encuentros inéditos de encuentro entre líderes cristianos, para confirmar los pasos hacia la reconstrucción de la unidad. Entre ellos cabe destacar el encuentro entre el metropolita Karekim I y el Papa Pablo VI, luego de la ruptura del año 451; y con el patriarca Atenágoras de la Iglesia ortodoxa de Constantinopla, dejando atrás la ruptura de 1054.
Nuevos documentos del Vaticano han seguido iluminando esta especificidad de la misión de la iglesia: Directorio para los principios y normas del ecumenismo (1967, 1970 y su actualización en 1993), la encíclica Ut unum sint (1995) de Juan Pablo II, el documento La dimensión ecuménica en la formación de quien se dedica al ministerio pastoral (1995), el documento “El obispo y la unidad de los cristianos: vademécum ecuménico (2020).
La unidad de los cristianos requiere conversión y metanoia (transformación interior). Un primer paso es la toma de conciencia que la desunidad está contra el querer de Dios. Por eso, todos y cada uno estamos llamados a la reconciliación para contribuir a la unidad de los cristianos, descubrirnos hermanos en la fe, en camino a la plena y visible comunión.
Nostra Aetate
La Declaración Nostra Aetate es el documento conciliar más breve y aun así profético, porque marcó de hecho la apertura de la Iglesia Católica a un diálogo constructivo y positivo con las diversas tradiciones religiosas del mundo.
Una teología de las religiones, era una realidad que nunca antes se había analizado con el detenimiento y la profundidad que propuso la asamblea conciliar (cfr papa Benedicto, 2022). [7]. Fruto de este esfuerzo fue la declaración Nostra Aetate que propone el diálogo y la cooperación con personas de otras religiones para fomentar la fraternidad universal. A partir de esta declaración del Concilio, la Iglesia Católica ha comprendido mejor que del acontecimiento de Jesucristo brota la necesidad de la comprensión positiva del otro en cuanto otro, en su relación con Dios, y también la necesidad de vivir la relación con personas de otras religiones como experiencia de novedad y enriquecimiento, ya que, el cristianismo al mismo tiempo que da testimonio de Cristo también toma y recibe la verdad de otras experiencias religiosas, donde actúa el Espíritu Santo desde múltiples modos y caminos (cfr. Coda, 2006, p.265-279) [8].
“La Iglesia debe entrar en diálogo con el mundo en el que vive, la Iglesia se hace palabra, se hace mensaje, se hace coloquio”, así expresaba Pablo VI en su primera encíclica Ecclesiam Suam (n° 67) escrita en 1964, el estilo que se quería incorporar desde el Concilio. Dicho estilo, presente en 1965 en Nostra Aetate, colaboró en la autoconciencia eclesial para que la evangelización no fuera una dimensión separada del diálogo.
En los tiempos de la Guerra Fría y todavía entonces cercano el profundo dolor del Holocausto | Shoá, el Rab. Heschel y el Card. Bea, comienzan a escribir las líneas de la Declaración. Se inicia así una nueva etapa con la apertura al diálogo judeo-cristiano. Reconociendo los siglos de incomprensiones, persecuciones y desprecio al pueblo judío, de acusaciones recíprocas, se abrió un camino de hermanos en el reconocimiento de la tradición bíblica. Es significativo, por ej., que la misma liturgia del Misal católico fue modificada, quitando palabras referidas a todos los judíos como causantes de la muerte de Jesús (NA, 4). De este modo, la NA abrió un camino de encuentro que se profundizó en estos 50 años: la visita a la Sinagoga de Roma por Juan Pablo II; la visita a Tierra Santa, entre otros; así como diálogos teológicos entre referentes de ambas tradiciones para profundizar y valorar juntos las raíces comunes de la fe, el Antiguo-Primer Testamento; se pone de relieve la espera de la venida definitiva del Mesías, la fe común en los patriarcas y profetas, entre otros puntos (NA, 4 ).
También la NA hace referencia al Islam y se subrayan los fundamentos de fe comunes, en particular la fe en el único Dios (NA, 3). Así como se destaca la importancia de las raíces trascendentes de las diversas religiones y se subraya así la importancia de la religiosidad como fundamento para la colaboración recíproca al servicio de la humanidad (NA, 2). Se invita a evitar cualquier tipo de discriminación (NA, 5). De este modo, la NA abrió un horizonte aún mucho más amplio, un peregrinaje de hermanos y hermanas en vistas a la fraternidad humana y universal.
En un libro reciente publicado en Italia, el Papa Francisco en el prefacio del mismo afirmaba que “el Concilio Ecuménico Vaticano II, querido fuertemente por Juan XXIII y llevado a término por Pablo VI, ha sido un acontecimiento de gracia para la Iglesia y para el mundo. Un acontecimiento cuyos frutos todavía no se han agotado” (Papa Francisco, 2022a) [9].
Es necesario redescubrir la inspiración del Concilio y descubrir cómo este acontecimiento transformó la vida de la Iglesia Católica, poniéndola en camino desde entonces y hasta ahora, como el actual proceso de sinodalidad que es una de las herencias más ricas del Concilio, ya que prolonga y actualiza el espíritu conciliar (cfr. Papa Francisco, 2022b) ([10].
El camino del Concilio está abierto. Son horizontes que se expresan en los distintos caminos de unidad y colaboración ya iniciados, como invita el documento “Servir al mundo herido” publicado en forma conjunta por el Consejo Mundial de Iglesias y el Pontificio consejo para el Diálogo interreligioso. Los tiempos actuales nos invitan a vivir por la fraternidad, colaborando con todos, poniéndonos al servicio de los rostros sufrientes de la humanidad, abriendo puertas de cooperación y solidaridad interreligiosa.
[1] BENEDICTO XVI, carta al presidente de la Universidad Franciscana de Steubenville, EE.UU., octubre de 2022, recuperado de: https://www.vaticannews.va/es/vaticano/news/2022-10/benedicto-xvi-concilio-vaticano-carta-ratzinger-steubenville.html
[2] FRANCISCO, Ibid
[3] BENEDICTO XVI, Ibid.
[4] FRANCISCO, Ibid.
[5] G. MARENGO, Generare nell’amore. La missione della famiglia cristiana nell’insegnamento ecclesiale dal Vaticano II a oggi, Cittadella, Assisi 2014, 114.
[6] P. CODA, Il Concilio della Misericordia. Sui sentieri del Vaticano II, Città Nuova, Roma 2015, 260.
[7] BENEDICTO XVI, Ibid.
[8] P. CODA, “El cristianismo y las religiones. A cuarenta años de la declaración Nostra Aetate”, Revista Teología, Tomo XLIII, n° 90, agosto 2006, 265-279.
[9] FRANCISCO, prefacio escrito para el libro: Juan XXIII. El Vaticano II, un Concilio II para el mundo, Editorial Bolis, Bérgamo 2022, recuperado en: https://www.vaticannews.va/it/papa/news/2022-09/papa-riscoprire-vaticano-ii-libro-roncallimalnati-concilio.html
[10] FRANCISCO, Ibid; Secretaría Gral del Sínodo de Obispos, recuperado en: https://www.vaticannews.va/it/vaticano/news/2022-10/processo-sinodale-concilio-vaticano-ii-nota-segreteria-sinodo.html
BIBLIOGRAFÍA
BENEDICTO XVI, carta al presidente de la Universidad Franciscana de Steubenville, EE.UU., octubre de 2022, recuperado de: https://www.vaticannews.va/es/vaticano/news/2022-10/benedicto-xvi-concilio-vaticano-carta-ratzinger-steubenville.html
CODA, Piero “El cristianismo y las religiones. A cuarenta años de la declaración Nostra Aetate”, Revista Teología, Tomo XLIII, n° 90, agosto 2006.
CODA, Piero Il Concilio della Misericordia. Sui sentieri del Vaticano II, Città Nuova, Roma 2015.
FRANCISCO. (2022 a) Prefacio escrito para el libro: Juan XXIII. El Vaticano II, un Concilio II para el mundo, Editorial Bolis, Bérgamo 2022, recuperado en: https://www.vaticannews.va/it/papa/news/2022-09/papa-riscoprire-vaticano-ii-libro-roncallimalnati-concilio.html
FRANCISCO. (2022 b) Secretaría Gral del Sínodo de Obispos, recuperado en: https://www.vaticannews.va/it/vaticano/news/2022-10/processo-sinodale-concilio-vaticano-ii-nota-segreteria-sinodo.html
MARENGO, G.Generare nell’amore. La missione della famiglia cristiana nell’insegnamento ecclesiale dal Vaticano II a oggi, Cittadella, Assisi 2014.
Pablo VI (1964) Ecclesiam Suam. Carta Encíclica: El “mandato de la Iglesia en el mundo contemporáneo. Recuperada en https://www.vatican.va/content/paul-vi/es/encyclicals/documents/hf_p-vi_enc_06081964_ecclesiam.html
Pablo VI (1964) Unitatis Redintegratio. Decreto del Concilio Vaticano II sobre el Ecumenismo. Recuperado en https://www.vatican.va/archive/hist_councils/ii_vatican_council/documents/vat-ii_decree_19641121_unitatis-redintegratio_sp.html
Pablo VI (1965) , Dei Verbum Constitución apostólica del Concilio Vaticano II sobre la Divina Revelación. Recuperada en https://www.vatican.va/archive/hist_councils/ii_vatican_council/documents/vat-ii_const_19651118_dei-verbum_sp.html
Pablo VI (1965) Nostra Aetate Declaración del Concilio Vaticano II sobre las relaciones de la Iglesia con las religiones no cristianas. Recuperado en https://www.vatican.va/archive/hist_councils/ii_vatican_council/documents/vat-ii_decl_19651028_nostra-aetate_sp.html