CRÓNICAS

Imaginar nuevos senderos

Vanina Figule Profesora especializada en Primera Infancia, Gestión Educativa y Tecnología Educativa. Capacitadora y Asesora Pedagógica en diferentes ONGs dedicadas a la infancia y la juventud. En Ikuméni se desempeña como tutora, diseñadora de materiales educativos y didácticos y asesora en gamificación.

La imaginación, al igual que el juego, muchas veces es vista como una función casi exclusiva de la etapa infantil. Incluso cuando mencionamos las palabras imaginación y fantasía en un mismo párrafo, se asocian con ideas que nada tiene que ver con la Realidad.

Paradójicamente la función imaginativa se encuentra en relación directa con la experiencia. Porque la variedad y riqueza de las experiencias son la base en la que se construye la fantasía, la cual se apoya en la memoria y a partir de ella propone nuevas combinaciones, en un proceso de retroalimentación constante para la actividad Creadora.

¿Por qué incluimos a la imaginación como un elemento fundamental de las etapas de diseño de una buena práctica Ecuménica y/o Interreligiosa o de cualquier otro proyecto de intervención?

Porque para transformar la realidad primero hay que imaginarla y de alguna manera esto nos lleva a repensar el mundo, a interpelarlo desde lo conocido, a formular hipótesis que nos abrirán nuevas posibilidades o caminos. Lo más interesante de esto, no está en el punto de llegada o en la definición de una idea, sino en el tránsito, en la deconstrucción y reinvención. Porque el buscar alternativas parte de la exploración de los contextos, de lo tangible y cotidiano. El buscar solo la originalidad nos lleva a los extremos de la utopía y caemos en el peligro de que nuestras ideas se encuentren lejos de las necesidades.

La imaginación amplía fronteras, nos inspira a tomar desafíos sobre lo que nos conmueve y siembra anhelos de esperanza para cambiar lo que no nos gusta o nos duele. Pero para ello tenemos que darnos ciertos permisos: en primera instancia a la curiosidad como motor del aprendizaje, una actitud que nos permite adentrarnos en lo desconocido, preguntando e investigando para ir a lo profundo de lo que nos interesa.

Otro permiso que necesitamos y que muchas veces va en contra de lo aprendido, es disfrutar del error. Equivocarnos generalmente está asociado a la sanción, a algo que no debería suceder, desde una mirada exitosa. Y justamente los errores son parte de la experiencia, son el puente entre lo que imaginamos y queremos llevar a la acción, son indicadores de entusiasmo, valentía y perseverancia. Equivocarnos nos abre puertas y fortalece el avance.

Algunos puntos a considerar son:

  • Darse tiempo para pensar e imaginar.
  • Pensar más allá de lo tradicional.
  • Potenciar la curiosidad.
  • Una actitud lúdica para buscar nuevos formatos.
  • Contemplar que las ideas van a atravesar procesos de metamorfosis.
  • La paciencia es fundamental para el desarrollo creativo.

Muchas veces los procesos creativos requieren más de disrupción que de originalidad, implican cierta rebeldía ante lo tradicional, lo estandarizado que se reproduce sin cuestionamientos. Las ideas no surgen de manera mágica, lo que sucede en el mundo, la naturaleza, la cultura y las personas nos inspiran. La clave está en cómo asociamos sueños y realidades, apoyándonos en los vínculos y estando atentos a que crear nuevas propuestas, no tiene como fin producir innovación de un modo impactante que nos posicione en un ranking de reconocimiento. En los procesos creativos lo más significativo está en lo que nos humaniza, la compresión del contexto, la empatía ante lo que nos es ajeno, el reconocimiento por lo que otros ya hicieron, la generosidad por sobre lo elitista; la calidad por encima de las estadísticas.

La imaginación no es un don que algunos tienen y otros no, es parte de la función creadora de la que todos disponemos pero que muchas veces, no nos animamos a implementar ante las miradas juzgadoras. Imaginar nos permite construir alternativas y en relación a esto Luis Pescetti dice: “La imaginación no es un “lujo de tiempo libre” para sociedades opulentas. La persona que no es dueña de sus posibilidades creativas y posee un mundo imaginario limitado ni siquiera puede desear otro modo de vida”

¿Qué pasa con las sociedades o instituciones que no se animan imaginar otras posibilidades? ¿Temen alojar, combinar pensamientos o ideas con otros para crear nuevas instancias de acción colectiva?

Quizás un buen primer paso sería imaginar desde un espíritu fraterno, las múltiples posibilidades que se despliegan al entablar lazos de respeto, comprensión y amorosidad para contribuir al desarrollo de sociedades más justas.

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