¿Cómo la fe puede inspirarnos para servir a nuestro mundo, tan herido? ¿Cómo podemos generar buenas prácticas en nuestras comunidades? ¿Qué rol tienen los jóvenes en la cooperación interreligiosa y ecuménica? Estas fueron algunas de las preguntas que guiaron el encuentro “Servir a un mundo herido: una mirada desde la juventud y la fe”, que dio cierre a la primera edición del itinerario formativo de Ikuméni el pasado jueves 19 de mayo en el Palacio San Martín, sede de la Cancillería Argentina. Estaban presentes jóvenes y referentes musulmanes del Centro Intercultural Alba (Buenos Aires), del Movimiento Laudato Si, de la Iglesia Metodista Argentina, del Movimiento de los Focolares, de la organización budista Soka Gakkai, del Servicio Evangélico de Diaconía (SEDI), y los jóvenes de Ikuméni de distintas denominaciones cristianas y organizaciones basadas en fe (OBF) provenientes de Colombia y Perú.
Humberto Shikiya, Co-fundador y Vice-Presidente del Centro Regional Ecuménico de Asesoría y Servicio (CREAS), al tomar la palabra realizó un breve comentario al documento conjunto del Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso y el Consejo Mundial de Iglesias “Al servicio de un mundo herido mediante la solidaridad interreligiosa” (2020) a partir de la metodología Ver – Juzgar – Iluminar – Actuar y Celebrar. Expresó que este documento resulta esencial en el contexto del itinerario formativo de Ikuméni, porque reúne sus sentidos, intenciones y horizontes al invitar– en un contexto global de postpandemia, con crecientes desigualdades, conflictos y crisis climática – a poner nuestras vidas al servicio de un mundo herido mediante la solidaridad ecuménica e interreligiosa.
El encuentro continuó con un momento de intercambio abierto, en el cual los jóvenes, citando las fuentes y libros sagrados de sus propias tradiciones religiosas, compartieron cómo la propia fe impulsa a ir al encuentro de las “heridas del mundo”, a reconocer y servir al prójimo, a reconciliar y ser testimonio de esperanza. En varias ocasiones se mencionó la Encíclica Laudato Si’ que, desde su dimensión ecuménica, invita a todos los hombres y mujeres de buena voluntad a una conversión ecológica personal y comunitaria.
A su vez, pudieron presentar las iniciativas y buenas prácticas que están realizando en sus propias comunidades: la realización de campañas de seguridad alimentaria y donaciones desde el inicio de la pandemia en Buenos Aires; la realización de una huerta urbana en poblaciones vulnerables de Bogotá; la promoción del voluntariado juvenil para estar dispuestos a servir frente a un eventual desastre, pandemia y el cuidado de la casa común en la ciudad de Chulucanas (Perú); el acompañamiento en un acto de reconocimiento de la verdad con personas en proceso de reincorporación y personas de las comunidades aledañas en Manaure – Cesar en Colombia; acompañamiento a jóvenes universitarios que sufren de ansiedad y depresión; la realización de una mesa redonda de diálogo y debate en favor de la vida y los desafíos que enfrenta; iniciativas de construcción de paz a través de la formación de equipo de voluntarios integrales para el servicio al bien común para acompañar a población migrante venezolana y la mejora de la calidad de vida de niños en la ciudad de Cartagena; la promoción de la mujer en el desarrollo sostenible, así como la prevención de la violencia basada en género; el acompañamiento a poblaciones indígenas desplazadas en Bogotá, entre otras.
Los jóvenes pusieron en relieve el descubrimiento de la dimensión comunitaria como un imprescindible para afrontar los desafíos sociales. “Los complejos desafíos que afrontan nuestras comunidades solo los podremos abordar juntos.” En este sentido, se resaltó cómo la fe contribuye a ampliar la propia perspectiva, “con los pies en la propia identidad y la mirada en el horizonte” de unidad y fraternidad.
El encuentro fue auspiciado y declarado de interés por la Secretaría de Culto del Ministerio de Relaciones Exteriores, Comercio Internacional y Culto de la República Argentina (Resol.2022-156-APN-SECC#MRE).