CRÓNICAS

“Abrir nuestros corazones al diálogo y nuestras manos a la solidaridad”

Por Humberto Martín Shikiya, Co-Fundador y Vice-Presidente de CREAS 

Presentación en el evento “Servir a un mundo herido: una mirada desde la juventud y la fe” en la Cancillería Argentina el jueves 19 de mayo de 2022.

El Documento Al servicio de un mundo herido mediante la solidaridad interreligiosa elaborado conjuntamente por el Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso y el CMI, es un verdadero llamado a la comunidad cristiana a la reflexión y la acción; y resulta esencial en el contexto del itinerario formativo del proyecto Ikuméni – Laboratorio de Buenas Prácticas, porque reúne los sentidos, intenciones y horizontes de Ikuméni (2020).

Comparto aquí una lectura siguiendo la estructura metodológica de Ver – Juzgar – Iluminar – Actuar – Celebrar. 

1. Ver

Un mundo de desigualdades es un mundo con múltiples heridas, y la irrupción de la pandemia, lo que ha causado es mucho más daño del que se había producido previo a su aparición. Las vidas de miles de millones de personas se han modificado sustancialmente de manera inédita y nos ha mostrado el grado de vulnerabilidad que la mayoría, o prácticamente todos los seres humanos vivenciamos. La mutación cultural que se produjo ha sido muy vertiginosa en términos de las relaciones, las circunstancias y los comportamientos. El grado de afectación ha tenido dimensiones psicológicas, económicas, sanitarias, culturales, religiosas, espirituales y también ambientales.

La epidemia que aún hoy vivimos con cierta flexibilidad y cuidados ha causado un colapso en la economía mundial, y el hambre a nivel global se habría duplicado debido a esta catástrofe. También ha contribuido a un incremento de la violencia doméstica. Las exigencias de distanciamiento físico y social han provocado el aislamiento de mucha gente. La falta de esperanza, la ansiedad y la inseguridad han llegado a dominar la vida humana. El coronavirus ha afectado a todos: a ricos y a pobres, a ancianos y a niños, a habitantes de las ciudades y del campo, a la agricultura y al sector industrial, a trabajadores y a estudiantes. Sin embargo, la crisis de la pandemia es también la agudización de la crisis de las desigualdades, donde si bien todos somos afectados, pero hay personas más vulnerables que otras. 

Incluso debemos ser conscientes de que esta crisis puede ser precursora de futuras crisisrelacionadas con el cambio climático y el ataque a la biodiversidad. Necesitamos urgentemente una conversión ecológica de actitudes y acciones que conlleve un cuidado más eficaz de nuestro mundo, prestando atención a los gemidos de la creación”.

2. Juzgar

Un llamado a ir al encuentro de manera concreta a las múltiples heridas de nuestras sociedades y servir al prójimo es lo que se requiere frente a la crisis actual. Muchos, movilizados por el amor, en este tiempo han recreado y hasta co-creado nuevas formas de solidaridad. 

El documento continúa la invitación de una manera más extensa: “Hacemos hincapié en la importancia de esta llamada a la solidaridad también con aquellos que profesan y practican religiones diferentes de la nuestra o que no se consideran seguidores de ninguna tradición religiosa concreta. Se convierte en un verdadero llamado a aumentar la cooperación ecuménica e interreligiosa basada en el paradigma del Buen Samaritano” (cf. Lucas 10, 25-37). 

Esta parábola es un verdadero desafío a Ikuméni, ya que nos ayuda y orienta a cómo podemos vivir y servir “en un mundo herido por la pandemia de COVID-19 y por el azote de la intolerancia religiosa, la discriminación, el racismo, la injusticia económica y ecológica, y muchas otras situaciones de injusticias y vulnerabilidades. Necesitamos preguntarnos: ¿quién está herido, y a quién hemos herido o descuidado? Y ¿dónde podríamos sorprendernos al contemplar la compasión de Cristo actuando en nuestros días? Este relato nos apremia a superar los prejuicios religiosos y las concepciones culturales sesgadas que tenemos de aquellos a quienes servimos, y de aquellos con quienes servimos, en la medida en que nos esforzamos por aliviar el sufrimiento y por restaurar la salud y la integridad de las personas en un mundo plural”. 

Debemos reconocer con mucha gratitud el servicio heroico que ha prestado el personal sanitario y todos aquellos que ofrecen sus servicios, poniendo en riesgo su propia salud, sin hacer acepción de personas. Hemos visto signos florecientes de solidaridad con los necesitados, a través del voluntariado y las obras de caridad. Los cristianos, así como los creyentes de otras confesiones religiosas y las personas de buena voluntad, han estado colaborando en la construcción de una cultura de la compasión, logrando alcanzar a los necesitados y a los más vulnerables con todo tipo de asistencia material, psicológica y espiritual.

Por lo tanto, desde esa perspectiva, Ikuméni es una invitación “a reflexionar sobre cómo nosotros, como cristianos, podemos colaborar en la solidaridad hacia nuestros semejantes junto con todos los creyentes y las personas de buena voluntad. En este itinerario de solidaridad, las diferentes comunidades se ven alentadas y sostenidas por la esperanza que encontramos en nuestras respectivas tradiciones.” 

3. Iluminar

Todos tenemos esperanzas y sueños, y la esperanza ofrece fortaleza para sustentar el deseo de vivir incluso en tiempos difíciles. Como cristianos, ponemos nuestra esperanza en la promesa del reino de Dios, en el que toda la creación quedará reconciliada y unida en la justicia y en la paz. Esta esperanza transforma nuestras vidas, poniendo nuestra mirada más allá del mundo presente e invitándonos a seguir a Cristo en el servicio a este mundo, para que pueda alcanzar su plenitud. “Consecuentemente todos los cristianos estamos llamados a cooperar y colaborar con los seguidores de otras tradiciones religiosas para dar cumplimiento a nuestra esperanza de un mundo unido, un mundo de justicia y de paz. En un sentido más amplio, estamos llamados a convertirnos en hombres y mujeres de esperanza, trabajando juntos con todas las personas de buena voluntad para alcanzar un mundo mejor.”

4. Actuar

Desde los principios planteados en el documento de: humildad y vulnerabilidad; respeto; comunidad, compasión y bien común; diálogo y aprendizaje; arrepentimiento y renovación; gratitud y generosidad; y amor; estamos llamados a servir con algunas sugerencias y recomendaciones que se incluyen en el documento: 

  • Encontrar formas de dar testimonio del sufrimiento.
  • Promover una cultura inclusiva que celebre la diferencia como don de Dios
  • Alimentar la solidaridad por medio de las espiritualidades.
  • Ampliar la formación del clero, los miembros de las comunidades y órdenes religiosas (tanto masculinas como femeninas), el laicado, los agentes de pastoral y los estudiantes para fomentar la empatía y para equiparlos con los mejores conocimientos y herramientas para trabajar por una humanidad herida en cooperación con otros.
  • Atraer y apoyar a los jóvenes, cuyo idealismo y energía pueden ser un antídoto contra la tentación del cinismo, en el empeño por servir a este mundo herido del que formamos parte.
  • Crear espacios para el diálogo que sean integradores e inclusivos. Aprender de los seguidores de otras religiones sus motivaciones, principios y recomendaciones para trabajar con solidaridad interreligiosa, de modo que podamos estrechar lazos de entendimiento y cooperación. 
  • Reestructurar proyectos y procesos para la solidaridad interreligiosa mediante un examen de la marcha de los proyectos y sus puntos de fuerza, para determinar cómo podría mejorar al cooperar con otras comunidades, organizaciones e instituciones. 

5. Celebrar (asumiendo como propias las conclusiones del documento)

La solidaridad ecuménica e interreligiosa hace posible que nuestro compromiso religioso se convierta en un factor que une a las personas en lugar de dividirlas. Cuando trabajamos hombro con hombro con creyentes de otras religiones y con personas de buena voluntad damos testimonio de paz, de justicia y de interconexión. Promovemos un camino sinodal en perspectiva ecuménica e interreligiosa.

Ojalá que, al poner nuestras vidas al servicio de un mundo herido mediante la solidaridad ecuménica e interreligiosa, obtengamos la comunión y la unidad en el servicio a los débiles y vulnerables, imitando el amor y la generosidad del Buen Samaritano, procuremos apoyar y consolar a los afligidos, aliviar el dolor y el sufrimiento y asegurar la dignidad de todos.

Que nosotros, al abrir nuestros corazones al diálogo y al abrir nuestras manos a la solidaridad, construyamos juntos un mundo marcado para siempre bajo los signos de la reconciliación, la sanación, la hospitalidad, el amor y la esperanza.

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